sábado

Richard Dadd Sueña






Richard Dadd fue un pintor victoriano. Un pintor de género, de ese género tan específico de Gran Bretaña que es la llamada “pintura de hadas”. El cuadro que se convirtió en su obra maestra lo pintó en su celda acolchada del manicomio de Bedlam, porque Richard Dadd también cultivó ese otro género tan típicamente inglés: el de asesino victoriano, del cual Thomas de Quincey nos dejo una fabulosa obra literaria. "El asesinatio considerado como una de las bellas artes"

Dadd era un joven pintor de cuadros de fantasía. No el más destacado de su generación, pero moderadamente dotado y de sólido oficio. En 1842 emprende con un amigo un viaje por Europa y el cercano oriente. Un día, en El Cairo, se une a un grupo de hombres que estaban fumando en
narguile. Dadd se sentó a fumar y, según testimonios, continuó fumando ininterrumpidamente los siguientes cinco días con sus noches. A estas pipas de agua los ingleses las suelen llamar “hubble bubble” o “hubbly bubbly”, por el sonido característico que producen al bombear aire a través del agua. El caso es que Dadd creyó comprender que este gorgoteo era un lenguaje. Siguió fumando su pipa sin parar, intentanto descifrar el código. Escuchó y escuchó atentamente el burbujeo hasta que hacia el quinto día fue capaz de identificar un mensaje completo. Era según sus declaraciones posteriores, un mensaje de Osiris en persona. El dios egipcio, que según el mito murió desmembrado,y éste le había hecho un encargo desde el más allá, a través del lenguaje de la pipa de ir a asesinar a su padres y otros hombres importantes, Dadd tenía ahora una misión que cumplir.

Su compañero de viaje percibió un cambio en la conducta del amigo, y lo envió de regreso a Inglaterra. Allí se le diagnosticó un “golpe de calor”, y se le prescribió reposo. Dadd fue enviado a pasar una temporada al campo, con su padre viudo.
Ambos salieron una tarde a dar un paseo por el bosquecillo cercano a la casa, y allí, en medio de un claro, Richard le parte la cabeza a su padre con un golpe de hacha, "del cual más adeante seria el motivo para pintar uno de sus pinturas más intensas y geniales) y a continuación desmembra su cuerpo. El pintor desaparece, pero las pruebas en su contra son concluyentes y es detenido pocos días después en Francia, cuando estaba a punto de degollar a otro hombre. Entre sus pertenencias la policía encontró una larga lista de personas que Richard debía eliminar, algunas de ellas grandes personalidades como el Papa de Roma. El primero de la lista era su propio padre.

Richard Dadd es confinado de por vida (tenía entonces 27 años) en el hospicio de Bedlam. Allí comienza la ejecución de “El golpe maestro del leñador-duende”, que pueden ver más abajo, una pintura relativamente pequeña (54 x 39 cms.) en la que estuvo trabajando durante nueve años sin interrupción (no tenía muchas distracciones en su celda...). “El golpe maestro del leñador-duende” sorprendió porque su calidad supera con mucho a la de todas las obras que hasta el momento había realizado. Él era un pintor de cierto talento, pero en esta obra sale a relucir el genio. En la reducida superficie del lienzo se concentran tal cantidad de detalles superpuestos que llevaría horas apreciarlos en su totalidad. De hecho, la pintura es literalmente tridimensional, debido a la cantidad de capas que Dadd, obsesivamente, fue agregando a lo largo de los años.

La obra es hoy una de las piezas maestras de la colección de la Tate Britan (si vas a londres, no dejes de verla). Hasta el grupo Queen le llegó a dedicar un tema (The fairy feller’s master-stroke). Pero, ¿qué se ve, exactamente, en el cuadro? Vemos el claro de un bosque, de floración desbordante y alucinada. Desperdigada por toda la superficie, vemos a una multitud de “gente pequeña”: duendes, hadas, trasgos de expresión burlona o lasciva. Todos observan expectantes hacia el centro de la escena. El tiempo parece detenido en un instante. Allí, en el medio, un leñador-duende, de espaldas a nosotros, sostiene su hacha, a punto de dar el golpe. La tensión es absoluta, es el segundo antes de la descarga. Delante del leñador, en el sitio que será alcanzado por el golpe, hay... nada. Veámos la pintura y un pequeño análisis

The Fairy Feller's Master Stroke by Richard dadd

En esta pintura de Richard Dadd sentimos lo inminente, la trama del tiempo se ha tensado, vemos seres fantásticos por el microscopio de la fantasía que descubre “ criaturas distintas a las de la ciencia pero no menos reales; aunque esas visiones son nuestras, también son de un tercero: alguien las mira (¿se mira?) a través de nuestra mirada.” El leñador esta en un tiempo sin tiempo, esperamos a que parta la avellana y libere la tensión dramática , Octavio Paz dice"La espera es eterna: anula el tiempo; la espera es instantánea, está al acecho de lo inminente, de aquello que va a ocurrir de un momento a otro: acelera el tiempo".“El centro de la composición es un espacio vacío, punto de intersección de todas las fuerzas y miradas, claro en el bosque de alusiones y miradas, claro en el bosque de alusiones y enigmas.” Y más adelante observa el enigma que está encerrado en la avellana,la cual, al parecer, contiene el fin de la quietud de los personajes del cuadro.: “Aunque no sabemos qué esconde la avellana, adivinamos que, si el hacha la parte en dos, todo cambiará: la vida volverá a fluir y se habrá roto el maleficio que petrifica a los habitantes del cuadro”.

Este “espacio nulo” es descrito por el autor como producto de un “maleficio” de un “hechizo”, el espacio nulo, es decir el espacio estático, que no transcurre, connota el negativo, el opuesto al espacio dialéctico de la arboleda donde la luz, el viento y la temperatura producen constantes metamorfosis: “Y por esto mismo es simultáneamente nulo e imantado: no pasa nada salvo la espera.

Los personajes están enraizados en el suelo y son, literal y metafóricamente, plantas y piedras. la espera los ha inmovilizado—la espera que suprime al tiempo y no a la angustia.”

the mirrors of the sleeping mind by Thomas de Quincey


The machinary for dreaming planted in the human brain was not planted for nothing. That faculty, in alliance with the mystery of darkness, is the one great tube through which man communicates with the shadowy. And the dreaming organ, in connexion with the heart, the eye, and the ear, compose the magnificent apparatus which forces the infinite into the chambers of a human brain, and throw dark reflections from eternities below all life upon the mirrors of the sleeping mind.

Thomas de Quincey, Suspiria de profundis.
Powers from heaven descending upon education and accelerations of the press, powers from hell (as it might seem, but these also celestial) coming round upon artillery and the forces of destruction-the eye of the calmest observer is troubled; the brain is haunted as if by some jealousy of ghostly being moving amongst us; and it becomes too evident that, unless this colossal pace of advance can be retarded, (a thinkg not to be expected) or , which is happily more probable, can be met by counter-forces of corresponding magnitude, forces in the direction of religion or profound philosophy, that shall radiate centrifugally against this storm of life so perilously centripetal towards the vortex of the merely human, left to itself the natural tendency of so chaotic a tumult must be to evil; some mind to lunacy for others to a reagency of fleshly torpo

lunes

El Aleph de Borges


En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Así es Chesterton

BY CHESTERTON

Detrás de nuestras vidas hay un abismo de luz, más cegador e insondable que cualquier abismo de oscuridad: es el abismo de la actualidad, de la existencia, del hecho de que las cosas son verdaderas y nosotros increíblemente, y a veces incrédulamente, reales. Es el hecho fundamental del ser contra el no ser: es inimaginable, pero no podemos dejar de imaginárnoslo, aunque algunas veces no lo imaginemos ni, muy especialmente, lo agradezcamos. Quien haya comprendido esta realidad sabrá que prepondera hasta lo infinito sobre toda recusación de la negación, y que debajo de todo cuánto pudiera negarse existe una subconsciente realidad de gratitud. Esa luz de lo positivo es lo que atañe a los poetas, porque en esa luz ven todas las cosas más que los demás hombres. Estas cosas pertenecen al mismo mundo de maravilla en que se dio la maravilla fundamental al propio principio del universo. La creación fue la mayor de todas las revoluciones. Por ella, como dijo un poeta de la antigüedad, cantan juntas las estrellas matutinas. Los poetas posteriores, los medievales pueden descender de esas alturas de comprensión, y extraviarse y dar tumbos y parecer desconcertados: pero no dejaremos de considerarlos hijos de Dios si todavía mueven los ánimos a la alegría. Ello tiene mucho más de místico y de absoluto que ninguna cosa nueva que pueda definirse como optimismo; porque solamente en muy raras ocasiones es cuando comprendemos el deber primeval de la Alabanza como visión de los cielos poblados de coros gigantes.

domingo

Las cuerdas del verso

Estamos hechos de finas vibraciones, dice la ciencia

Sutiles resuenan creando la música de la consciencia

Densas, forman la materia y animales

por el movimientos silencioso de las partículas elementales

La energía vibra en ciertas frecuencias,

Cambia la formas y los colores, cambia la cadencia

Cambian y sacude las cuerdas del verso

Y suena la música que compone el universo