Cuando el hombre ha intentado dar una explicación del mundo que lo rodea surge el mito como una imagen palpitante de nuestro estado, un movimiento, un dibujo que representa lo incierto, lo problemático y cómico de nuestro estado, y es en éste humor en que surge el baile, la representación móvil de lo eterno, una forma de sentir el mundo, un estilo del vida, un acto que sublima a unos hasta el éxtasis religioso y enloquece a otros tras el hechizo de sensuales pasos y el turbulento movimiento de caderas.
Desde los más remotos tiempos, a trevés de geografías, religiones y filosofías, la danza ha encantado los sentidos y la mente de los hombre, incluso ha trascendido la humanidad, ascendido hasta las esferas sagradas de los dioses como un acto divino que simboliza el movimiento de la creación, la preservación y la disolución; Un ordenado ritmo que crea y rige las cosas, ya que la danza es en su naturaleza una cosa rítmica y repetida que vuelve sobre sí misma. El baile es el cosmos; Música hecha carne .
Si echamos una mirada a la historia veremos como el baile fue concebido como un principio creador del universo. De la pre-historia se han encontrado pinturas rupestres de hace más de 12.000 años donde se representaba el baile como un ritual sagrado, que gobierna el movimiento de las nubes, los cambios de las estaciones y es una forma de comunicación del cuerpo con el mundo físico y el mundo espiritual, como también lo hacían los chamanes de las tribus Colombianas en el periodo pre-Colombino. En India, entre el movimiento sensuales de pies y caderas encontraremos bailando al rey de la danza, Shiva, el bailarín Cósmico, fuente de todos los movimientos del cosmos; las pulsaciones de la sangre, los ciclos de las mareas, el despliegue de las flores, las vibraciones de la energía y el movimiento de las estrellas surgen de su movimiento divino. El propósito de su danza fue pensado como un medio de liberar los hombres de la ilusión del yo que refleja el mundo físico, ésto porque la danza induce al trance, al éxtasis y la experiencia de lo divino y por consiguiente, a la revelación de nuestro lugar en el cosmos. Desde las antiguas civilizaciones; Egipto, Grecia, Roma hasta nuestra América, el baile ha sido un acto de creación y recreación, capaz de transformar nuestras vidas.
Pero dejemos por ahora la historia, el baile sigue formando parte de nuestras vidas así como lo hizo con nuestros antepasados, es algo vivo y en evolución. Vivamos el baile en vivo, tomémonos de la mano y bailemos entre todos, descendamos a la temperatura de las calles y de los cuerpos en movimiento, al son de la música veremos cómo las diferentes formas de bailar pulen el lente a través del cual vemos la ciudad que nos rodea, ya que éste es parte de nuestra identidad, pasión y expresión. La música es nuestro espejo, el baile es nuestro reflejo.
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