Aquí el oro no fue el brillo de la naturaleza corrupta del hombre.
La vana sombra de riqueza que buscaban los incivilizados hijos de Europa
Que en depravado apetito vinieron como un fuego devorador consumiendo pueblos enteros
Para exhumar ciegos por el brillo de reliquias los tesoros sagrados de nuestra antigua memoria
Tesoros ahora fundidos en el olvido, ahora en profanas manos,
Ahora en museos y urnas donde simbólicos y altos moran
Remotos e incorruptibles a la combustión del tiempo.
De los conquistadores no fue la verdadera riqueza de nuestras tierras,
Suya fue la excedida ambición, la enfermedad, la muerte, la guerra.
Y ahora contemplamos ese lento declinar del tiempo de nuestros hermanos mayores como un crepúsculo de sangre y oro.
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